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La extracción somática convierte la calma en obediencia y el bienestar en una forma sutil de control.
Hay una nueva frontera en el diseño. Ya no se trata solo de pantallas, atención o comportamiento. Ahora, el objetivo es tu sistema nervioso.
Bienvenidos a la era de lo que llamo extracción somática. Es decir, el momento en que la tecnología deja de limitarse a predecir o registrar lo que haces, y comienza a moldear cómo se siente tu cuerpo: tus latidos, tu respiración, tu estado emocional. Ya no hablamos de diseño de interfaces, sino de diseño del cuerpo.
Y llega envuelto en un lenguaje de cuidado: aplicaciones que prometen equilibrio, dispositivos que dicen calmarte, algoritmos emocionales que se adaptan a tu estado de ánimo. En apariencia, todo suena a apoyo. ¿Quién no quiere sentirse mejor? Pero en el fondo, la lógica es la misma que impulsó la economía de la atención: extraer, optimizar, lucrar. Esta vez, a través del cuerpo.
Del diseño del comportamiento al diseño del cuerpo
Era una progresión casi inevitable. Una vez que la tecnología aprendió a moldear nuestros hábitos, el siguiente paso fue moldear nuestras sensaciones.
How, la computación afectiva y la inteligencia artificial emocional están presentes en todo, desde relojes inteligentes hasta apps de meditación. Detectan expresiones faciales, tono de voz, postura, variabilidad del ritmo cardíaco. Prometen productos más empáticos, más sintonizados contigo. Pero, ¿qué pasa cuando esa sintonía se convierte más bien en sintonizarnos?
El problema no es la tecnología en sí, sino los supuestos que la sustentan: que el estrés es un fallo que debe corregirse, que la calma puede diseñarse como si fuera eficiencia —una métrica de rendimiento en lugar de una experiencia vivida—, y que el cuerpo debe gestionarse como un panel de control en vez de habitarse como un hogar.
Estas no son decisiones neutrales. Revelan una lógica cultural más profunda. Una que trata incluso a nuestros sistemas nerviosos como algo que debe ser optimizado.

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Cuando el bienestar se convierte en control
La extracción somática es más seductora cuando se la disfraza de bienestar.
Pensemos en las apps que recomiendan ejercicios de respiración, meditaciones, o correcciones posturales. Muchas son útiles. Algunas incluso sanadoras. Lo sé, Yo misma he diseñado herramientas como estas, con las mejores intenciones. Pero las buenas intenciones no siempre nos salvan de participar en sistemas que dirigen más de lo que acompañan.
Cuando las herramientas empiezan a decirte cómo sentirte, cuándo descansar o qué tan calmado deberías estar, dejan de servir de apoyo y se convierten en formas de vigilancia.
Entonces, la calma se transforma en obediencia. El descanso, en productividad. Y tu cuerpo, en un conjunto de datos.
Desde esta perspectiva, muchas interfaces dirigidas al bienestar parecen menos herramientas de salud y más sistemas de control sutil. Entrenan tu fisiología para que se acomode al estado que más le conviene al sistema. No necesariamente al que más te conviene a ti.
Calma sin control
Hay una gran diferencia entre percibir el cuerpo y controlarlo. Entre crear espacio para la presencia y tratar de programar la paz.
El diseño calmado rechaza la extracción somática.
No busca regular el cuerpo, sino respetarlo. No interrumpe tus ritmos, sino que los escucha. No pide datos biométricos, más bien invita a la conciencia somática. No se centra en la data, sino que le interesa la presencia.
El diseño calmado no es fluido, invisible ni biométrico. Es encarnado, ético y lento. Ofrece resistencia, no como obstáculo, sino como un acto de cuidado. Solicita tu atención, no tu obediencia.

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Hacia una soberanía somática
La extracción somática convierte tu vida interior en una métrica, mientras que el diseño calmado plantea una cuestión distinta: ¿Y si en lugar de gestionar u optimizar el cuerpo, aprendiéramos a confiar en él?
¿Puede el diseño dar espacio a la incomodidad en lugar de anestesiarla? ¿Puede invitar a la presencia sin medirla? ¿Puede acompañarnos en estados emocionales difíciles, en vez de intentar borrarlos?
Yo creo que sí.
Diseñar pensando en la presencia es honrar la inteligencia del cuerpo. Es hacer lugar para la respiración, la lentitud, el descanso. No como estrategias de productividad, sino como necesidades humanas. Es devolver lo que la extracción nos ha quitado: soberanía, sensación y el derecho a sentir sin ser optimizados.